Genessis comparte con los que generosamente se asoman a este sencillo portal los momentos de ocio que la vida le regala. Es una miscelánea de cosas simples; pensamientos y poemas, fantasías y pasiones, recuerdos y plegarias, vivencias e impresiones, que se plasma en el reverso de una página compartida con los lectores.
Genessis y sus avatares semejan escenarios de un alegórico estreno de un destino que va usurpando la vida en un tiempo prestado.


sábado, 30 de noviembre de 2013

Recuerdos ínfimos (2)


 
Años atrás, cuando era estudiante y pasante de enfermería me interné horas y meses en hospitales, aprendiendo y ayudando a los médicos a “abrir el melón”. Así se referían a la rutina de hacer cirugías; sea de la cabeza, de la caja torácica u otras partes menos complicadas del cuerpo humano.

Luego, durante diez años acompañé esa profesión tan loable y tan pragmática a la vez que te deja una secuela casi extremada de la práctica de la asepsis y la esterilización de las cosas. Todo lo que vi y aprendí en ese tiempo es impagable, siempre tan incomprensible y tan lleno de misterio como es el cuerpo; su vida, su complejidad, su dinamismo, su precisión, su energía, su sensibilidad, su poderosa fuerza para regenerarse y también la fragilidad ante el dolor, la putrefacción y la muerte…

Y después de haber visto tantos cuerpos regenerados y sanados y otros tantos, desnudos, arrugados, amputados, teñidos con yodo y adornados con suturas descalabradas como si se tratase de un viejo saco de arpillera, di una vuelta atrás y me hice aprendiz de educadora de niños con los hijos que Donald trajo a nuestra casa, cosa que resultó más complicado que abrir melones.
 
 

sábado, 23 de noviembre de 2013

Recuerdos ínfimos...



Años atrás, estaba esperando el avión en el antiguo y pequeño aeropuerto de mi ciudad con el que debía trasladarme a la capital. Después de mucha espera aterrizó el viejo TAM, un Transporte aéreo militar, y se procedió a la consabida rutina del caso; desabordaje de pasajeros, equipajes y mercancías, inspección de los técnicos, reabastecimiento de combustible, limpieza de la aeronave y el nuevo abordaje y acomodo de cargas para el vuelo de retorno.

Parecía que eso llevaría un cierto tiempo, entonces decidí dar una vuelta de unos minutos fuera del área de espera y al regresar cuál fue mi sorpresa; el avión estaba a punto de avanzar hacia la pista de carreteo. Munida de coraje franqueé la valla de seguridad haciendo saber que yo era un pasajero más.
El oficial de operaciones dio la señal de parada, entonces vi que uno de los operadores abrió una pequeñísima puerta en la parte trasera del avión y pensé que iban a meterme por ese orificio como un supositorio.
Desplegó una escalera de emergencia…

martes, 12 de noviembre de 2013

La siesta...


(imagen tomada de la red)

La siesta es una costumbre cotidiana (al menos en mi país), a veces tan irresistible para reanimarse por el resto del día y conjuga muy bien con todas las estaciones del año. Echarse a hacer una siestita resulta cautivador cuando las obligaciones te hicieron sobresaltar al alba.

La literatura puede disparar una atrayente manera de decir lo que es hacer una simple siesta: horizontalidad, arrojo, pausa, zambullido, repliegue, quietud, suspensión, liberación, huida, expiación, sumisión, entrecerrar los ojos, desmayo elegido, hora sin sombra, rendido de gravedad,  recreo yaciente, separarse de los sentidos, dulce pequeña muerte, aplazamiento de todo circundante…

Por más breve que sea, siempre es lo mismo; unos pocos minutos para descansar, dormir, reposar, abandonarse, encamarse, recostarse, tenderse, acostarse, echarse, adormecerse, adormilarse, amodorrarse, tumbarse, y en un rato ser otro hasta completar el día.